PACÍFICA-MENTE Discernimiento 26 01 21

DISCERNIMIENTO 25 de enero de 2021

La semana pasada finalizamos con una elección que a veces ni nos planteamos, que es la de decidir si vamos a considerar todo como milagro o no. La palabra milagro está asociada habitualmente a la intervención divina, y es por eso que a los agnósticos les produce mucho rechazo. Pero en realidad no es así.

    Del latín miraculum, derivada del verbo mirari que significa “admirarse” o “contemplar con admiración, asombro o estupefacción”, sería algo así como un sorprenderse ante lo que nos ofrece instante a instante nuestra vida. De alguna manera, es no dar por hecho aquello que por costumbre o por rutina, dejamos de apreciar y de producirnos maravilla.

    Nosotros somos libres de decidir cómo queremos ver las cosas, y en eso precisamente, consiste el discernimiento. DISCERNIR es una capacidad que debemos ejercer cuando se despliegan todas las posibilidades y que, según nuestros pensamientos, se inclinará hacia los aspectos más oscuros o hacia los más luminosos de aquello que contemplemos.

    El discernimiento al fin y al cabo es una decisión, la decisión de ir más allá de las apariencias y entender que tras toda manifestación física se esconde una invitación al aprendizaje y al crecimiento, una feliz aventura donde la realidad de lo que somos no está en juego, sino el momento en que decidimos regresar a ella. Eso sí que es que lo al final va a repercutir en nuestro estado mental y de ser.

    Una mente lúcida, capaz de poner luz y claridad en las diversas situaciones que se le presenten, usa herramientas tales como la concentración y la atención para no desviarse o distraerse en consideraciones ajenas a la realidad de su ser.

    Esas consideraciones que podemos considerar “ajenas” a nuestra verdadera identidad, no son otras que las que realizamos desde el ego, es decir, desde esa parte de nuestra mente que se deja llevar por el miedo, el juicio y el conflicto. Esa parte que se siente separada y desamparada, que no cree en la Unidad y en el Amor y cuya visión es tan materialista, que no deja sitio para la Gracia y la alegría.

El universo no sólo es gravedad, también experimenta una fuerza “deífuga” (la fuga de dios), con la que el Uno atrae la pluralidad en la que se ha disgregado.” Simón Weil

    Simone Weil expresaba la idea de la dualidad cuando enfrentaba dos fenómenos: la Gracia y la gravedad. En la gravedad todo es pesado, torpe, lento…, la materia obstaculiza toda liberación y dicha. En la Gracia, somos más ligeros, fluidos, volátiles, podemos trascender lo físico a través de una actitud trascendente que pasa por alto la miseria (perdón) y se enfoca en la belleza y el Amor donde todo es UNO.

    Habitar en la gracia consiste en algo tan sencillo como ser capaces de centrarnos en los más positivo de cada persona que aparezca en nuestra vida, vislumbrar la belleza que se esconde tras la máscara, hacer una lectura siempre conciliadora de los eventos aparentemente opuestos…., no dejarse llevar por una concepción fatalista del mundo donde no hay sitio para la esperanza y la alegría.

    Como decía Weil: “El amor al prójimo y la plegaria son el modo de despojarse del ego y reforzar el lazo con lo divino”. Deshacernos del ego de esta forma, pasa por discernir cual es el enfoque al que vamos a atender para superar nuestra finitud y hallar el camino de regreso al infinito.

    Ese estado de Ser de íntima conexión con la divinidad que está en nosotros, no conoce tiempo ni espacio, sólo el instante eterno e ilimitado de creación amorosa al que todos estamos llamados.

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