PACÍFICA-MENTE Amabilidad y generosidad 31 05 21

 

AMABILIDAD Y GENEROSIDAD                              31 de mayo de 2021

    

    Ser amable debiera ser una de las primeras aspiraciones del ser humano. Antes que ser rico, ilustrado, bello…., por qué no imbuir en nuestros hijos la necesidad de aprender lo que es la amabilidad, como instrumento indispensable para una buena convivencia.

¿Qué quieres ser de mayor? le preguntó Topo. Amable, respondió el niño. (El niño, el topo, el zorro y el caballo, de Charlie Mackesy)

    Es inmensa la satisfacción que produce ser amable con el otro, procurar su bienestar es procurar el nuestro. Lo que damos, lo recibimos multiplicado. Nosotros no podemos hacer felices a los demás, cada uno es responsable de su felicidad, pero podemos contribuir a un ambiente sosegado, libre de juicios y amenazas, podemos crear un lugar de encuentro alegre y receptivo, respetuoso con las diferencias, incluso con aquellas que en realidad, no nos representan ni identifican.

    Drummond habla del amor activo y benigno. El amor es una actitud que se expresa y se comunica de muy diversas formas. Incluso en silencio, su benignidad se transmite. Es una energía imparable que se puede contagiar aún siendo invisible. Los gestos, la mirada, la disposición…, son suficientes para poder llegar a sentirlo.

    No se trata de acometer grandes gestas o batallas, simplemente de ser en coherencia con el Ser. El viento nos acaricia a todos sin distinción, las flores perfuman a todos sin distinción, el oxígeno está a disposición de todos sin distinción…., su amabilidad es íntegra, no condicionada. Cumplen su función como nosotros debiéramos cumplir la nuestra: sin alardear, ni pedir nada a cambio, sin discriminar ni juzgar quién lo merece o no. Lo mejor de nosotros es lo mejor del otro, si no lo entregamos, no lo podremos activar a nuestro alrededor.

    Qué tremendamente sencillo es ser amable, qué poco cuesta y cuánto recibimos a cambio, porque sus efectos son prácticamente inmediatos. Si lo practicáramos más, descubriríamos el secreto de la cordialidad y la afabilidad, de la armonía. La amabilidad desarma el ceño más fruncido, desata los nudos de la hostilidad, vence lo dañino..…

    Pero no olvidemos que nuestra amabilidad debe proceder del amor y no del miedo. Aquello que procede del miedo procede de la necesidad, en este caso la de agradar al otro, como recurso para conseguir el reconocimiento y aprobación que creemos que nos falta. No nos falta nada, somos plenos y amables porque queremos serlo, no buscamos resultados, no mendigamos migajas de afecto, simplemente desde la fortaleza y la plenitud, mostramos al mundo lo que somos.

    Somos benignos, amables, sinceros….., y ello procede de una generosidad inmensa e inagotable. Recordemos el aforismo persa que sabe que para los moradores del Paraíso, el precepto es la generosidad. Drummond nos ofrece la siguiente paradoja: “sólo hay una cosa que necesitamos envidiar, un alma que no tiene envidia”. En la Carta de San Pablo a los Corintios, se nos dice que “El amor no tiene envidia” y Drummond conecta esta idea con la generosidad. Veamos en qué consiste esa conexión.

    La envidia surge de la idea de competencia, la competencia surge de la comparación. En realidad, aunque en la forma sí es posible la comparación, en el espíritu eso es imposible porque somos lo mismo. Las facultades, genialidades, habilidades del otro, son las mías propias aunque en el mundo, su expresión más o menos exitosa varíe en cada individuo.

    Debemos por tanto, alegrarnos de los éxitos ajenos, debemos ser generosos y bendecir que el otro lo haya conseguido, porque con su ejemplo nos impulsa a mejorar, a saber que sí es posible. Pero no olvidemos que en realidad no somos lo que conseguimos, no somos nuestros éxitos ni nuestros fracasos, sino lo que sentimos y pensamos acerca de lo que experimentamos por tanto, el verdadero éxito es ser Amables y Generosos.