PACÍFICA-MENTE Activa tu iniciativa 05 02 24

 ACTIVA TU INICIATIVA                                     5 de febrero de 2024

“Conduce toda la responsabilidad hacia uno” este es el siguiente aforismo de Atysha con el que trata de transmitir que lejos de ser una carga, la responsabilidad nos ofrece una independencia absoluta respecto al comportamiento ajeno, que ya no condiciona nuestra conducta, sólo está ahí para que crezcas ante la inclemencia con fortaleza y autonomía, recuperando el centro de tu vida y el poder sobre tu mente.

    Serás feliz cuando deje de llover…, cuando no haya guerras…, cuando llegues a determinado lugar…, o decides que disfrutaras de la felicidad que eres a pesar de que no todo se acomode a tus gustos, deseos, incluso cuando no haya paz. Entonces ¿que iniciativa posees?, ¿eres feliz porque tienes paz o tienes paz porque eres feliz?

    La felicidad es una creación mental que únicamente depende de que tú decidas alimentarla a pesar de las tribulaciones, más allá de lo que observas y de lo que te cuentan. Es un contento interior que no precisa reconocimientos ni recompensas, que existe porque en el núcleo de tu ser eres consciente de una Luz que no pertenece al mundo, que anida en tu interior y que si la observas detenidamente, si la habitas, nunca te abandonará.

    La responsabilidad que asume que recogemos lo que sembramos, es el inicio de una libertad ilimitada, ya nadie tiene ningún poder sobre ti, te has liberado del comportamiento ajeno y de las circunstancias externas. Asumes la responsabilidad de lo que estás viviendo sin someterte a castigo ni culpa alguna, entendiendo que estás experimentando un viaje de ensayo y error y que de errar nadie está exento, sino que forma parte del trayecto de toda vida terrena y por tanto, lejos de avergonzarnos, lo sostenemos con dignidad y rectificamos las veces que haga falta.

    Una vez que entiendes que el inicio de tu liberación procede de asumir tu iniciativa y saberte responsable y por tanto, dotado de un poder impresionante, la consecuencia inmediata e inevitable es la gratitud, una gratitud que va más allá del resultado inmediato, que lejos de buscar motivos para agradecer, agradece simplemente porque es consciente de su ser y de la transición que éste debe completar.

    Esto es la gratitud del que humildemente comprende la oportunidad que le ha sido otorgada en este plano para poder crecer, sanar y restaurar su espíritu, su corazón, independientemente de que todo se recoloque como más le conviene, sino que entiende que hay un bien superior que no por ser desconocido, deja de subyacer como la realidad amorosa que todo lo propicia y sustenta.

    Es por eso que el siguiente paso de la instrucción de Atysha es: “Sé agradecido con todos” ¿por qué? Porque ahora sabes que todos contribuyen de una forma u otra a que regreses a tu verdadero ser, incluso aquellos que te mostraron toda esa oscuridad que de otra forma no te hubieras atrevido a contemplar, examinar y trascender. Y para ilustrar esto, veamos un cuento sobre Buda:

En una ocasión, un hombre vino a Buda y le escupió a la cara. Sus discípulos, por supuesto, estaban enfurecidos. Ananda, rojo de ira exclamó: ¡Esto pasa de la raya! Y prosiguió:—¡Dame permiso para que le enseñe a este hombre lo que acaba de hacer! Buda se limpió la cara y dijo al hombre: —Gracias. Has creado un contexto en el que he podido comprobar si todavía puede invadirme la ira o no. Y no puede. Y te estoy tremendamente agradecido. Y también has creado un contexto para Ananda: esto le permite ver que todavía puede invadirle la ira. ¡Muchas gracias! ¡Te estamos muy agradecidos! Y de vez en cuando, estás invitado a venir. Por favor, siempre que sientas el imperioso deseo de escupirle a alguien, puedes venir a nosotros.

Fue una conmoción tal para aquel hombre... No podía dar crédito a sus oídos. Había venido para provocar la ira en Buda. Y había fracasado. Aquella noche no pudo dormir, se acordaba una y otra vez... aquella cara, aquella cara tranquila, serena, aquellos ojos compasivos. Y cuando Buda le dio las gracias, no fue una formalidad, le estaba verdaderamente agradecido. Así como pudo ver que Ananda estaba rojo de ira... Buda estaba tan sereno, con tanto amor, tan compasivo... ahora él no se lo podía perdonar a sí mismo… A la mañana siguiente, muy temprano, volvió precipitado, se postró a los pies de Buda y dijo: —Por favor, perdóname. No he podido dormir en toda la noche. Buda respondió: —No tiene la menor importancia. No necesitas pedir perdón por algo que ya no tiene existencia. ¡Ha pasado tanta agua por el Ganges! Mira: ¡discurre tanta agua a cada momento! Han pasado veinticuatro horas; ¿por qué cargas con algo que ya no existe? No pienses más en ello. Y además, yo no te puedo perdonar, porque, en primer lugar, no llegué a enojarme contigo. Si me hubiera enojado, te podría perdonar. Si necesitas perdón, pídeselo a Ananda. Échate a sus pies. Él lo disfrutará.

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