PACÍFICA-MENTE Anhelopatía 03 02 25
ANHELOPATÍA 3 de febrero de 2025
El lenguaje de las plantas se conoce como “Alelopatía”. Es el principal medio de comunicación por el que la mayoría de especies vegetales se comunican entre sí e incluso con otros seres vivos. Las plantas son capaces de transmitir y recibir mensajes a través de señales olorosas, visuales, auditivas, químicas y eléctricas.
En nuestro jardín interior están brotando todo tipo de plantas, flores y frutos…, estamos trabajando con júbilo y también con seriedad, para que en nuestro particular vergel primen relaciones sanas y prósperas y desde ahí, seamos capaces de relacionarnos y por tanto, de comunicarnos con el mundo exterior, con los jardines ajenos, de forma efectiva y feliz.
El anhelo de todo ser humano no sólo es la felicidad personal, sino que ésta se realice en compañía, más allá del solipsismo que cierto trabajo interior e introspección mental requieren. Somos seres sociales y a ese anhelo básico de bienestar se suma la capacidad de mantener relaciones estables y óptimas, deseando además que todos los seres puedan alcanzar su potencial incluyendo así, el conocimiento de sí mismos y el establecimiento de una sólida y firme paz interior.
El término “Anhelopatía” (Anhelo+alelopatía) pretende aunar la idea de la consecución de un deseo básico para la plenitud del ser humano en cuanto a su conciencia de Unidad y el hecho de aprender a relacionarse desde una comunicación sencilla, fluida y sobre todo, efectiva. El uso del lenguaje de cualquier tipo debe atender tanto al receptor como al emisor, poner énfasis en la importancia de la escucha, así como del arte de conversar en el respeto, la claridad y muy importante, la sinceridad.
Debemos tener en cuenta que la relación no sólo se produce de cara al exterior, sino que en realidad, comienza en el interior de nuestra psique. Es ahí donde en un principio tenemos que acudir, revisando la relación que tenemos con nosotros mismos porque la sanación de nuestros mensajes íntimos y personales implica la sanación en los niveles externos, que al fin y al cabo reflejan nuestro estado interior.
Para trabajar en mi receptividad, debo primero aprender a escucharme a mí mismo, a conectar con ese ser de luz y energía que de algún modo, rige todo mi sistema físico, mental y emocional. Saber escuchar al otro pasa por haber aprendido a escucharse uno mismo, por ser capaz de prestar atención y cultivar una flor preciosa llamada presencia.
Pasa por establecer una conexión sagrada con lo más auténtico de tu ser y ello, ciertamente, requiere una gran dosis de generosidad.
Este trimestre viene con una frase de Simone Weil que dice así: “La atención es la forma más rara y pura de generosidad”. Sin generosidad no hay interés, ni atención, no hay anhelo ni crecimiento. La “Anhelopatía” es una voluntad de conocer sin sesgos, sin juicios, sin crítica, simplemente es un movimiento de comprensión de uno mismo y por tanto, del otro, alejando de la comunicación todo aquello que pueda herir o maltratar, e incluyendo esa generosidad sin la cual no pondríamos la atención y el cuidado que una buena relación merece.
En el anterior encuentro vimos que las relaciones sanadas reciben abono y alimento de la compasión que somos capaces de ejercer y es por ello que vamos a profundizar en todas las implicaciones que el ser caritativo nos muestra. Vimos también que la caridad es darnos cuenta del valor intrínseco del ser humano, independientemente de sus circunstancias y conductas, sin comparaciones ni el establecimiento de escalafones por lo que unos valen más y otros menos.
La “relación especial” que se vive desde el miedo y el conflicto, ha de servir de trampolín para conocer la “relación santa” que se vive desde el amor y la generosidad. El apego y el rechazo que ese “especialismo” nos produce, deben ser conquistados en aras de una independencia emocional que no pretende adueñarse de nadie, pero tampoco inhibirse del otro, como si no fuera “nada nuestro”. Hallar el camino del medio, el equilibrio, es la clave para que nuestras relaciones sanen y nos proporcionen satisfacción y armonía.
Hay que ser muy generoso para “dejar ir” y también hay que serlo para “integrar” aquello que me resulta incómodo y feo porque la Belleza es un atributo que debemos alimentar a base de compasión y generosidad.
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