PACÍFICA-MENTE El Fruto Invencible 24 02 25

 EL FRUTO INVENCIBLE                                       24 de febrero de 2025


Hemos analizado qué es la integridad, hemos visto que vivir en plenitud es descubrir lo abundantes que ya somos. Como bien nos dejó apuntado Antonio Blay, poseemos energía, inteligencia y afectividad, tenemos la capacidad de tomar decisiones y de también sentirnos libres para tomarlas. 


A través de la práctica del “Viveca”, como lo denominan los hindúes, o arte del discernimiento, vamos tomando conciencia y entendiendo que esa felicidad que estamos descubriendo a través de nuestra propia sabiduría interna, es una identidad que siempre estuvo latente, a la espera de ser reconocida, ejercida.


Sólo en esa identidad de amor, paz y seguridad con la que comenzamos a identificarnos, será posible no sólo superar los apegos y los rechazos, esas dos fuerzas que magnéticas atraen y repelen por igual, sino que estaremos preparados para conocer cuál es el auténtico poder que puede transformar un mundo viejo de conflictos, en un mundo nuevo de armonía y paz. 


Hemos sentido y comprobado que en nuestro interior, como reflejo de la dualidad externa, hay dos fuerzas contrapuestas que bien podrían llamarse “Cielo” e “Infierno”. Que esta confrontación bien podría asimilarse a la tensión entre lo verdadero y lo falso y que de nuestra respuesta individual a esta tensión depende lo que al final vamos a manifestar, experimentar y vivir.


Sólo una de ellas ocupará tu corazón, sólo una de ellas podrá reinar en el Hogar, y sólo tú puedes decidir a cual vas a alimentar con tus pensamientos y decisiones. Aquellos que estén alineados y en coherencia con nuestro Origen, con la Fuente de Amor que nos dio existencia, son los que lograrán el supuesto “milagro” que en realidad, no es otra cosa que el reconocimiento de su verdadera identidad. 

El regreso a esa identidad amorosa y pacífica, en la que convergen atributos tan necesarios como la paciencia, la confianza o la ecuanimidad, entre muchos otros, tal y como afirmó Blay, no depende aunque parezca lo contrario, del mundo exterior: “Nada del mundo exterior puede suplir las implicaciones de la autorrealización. El mundo exterior existe para que puedas coger los elementos primarios para tu desarrollo.”


Nuestra vida nos ofrece la oportunidad de abordar los acontecimientos desde diversas perspectivas, a ti te toca la responsabilidad de elegir cual de ellas escoges. Unas te hacen crecer y sanar, te recuerdan tu valor y fortaleza, otras, te debilitan y enferman, te conceden el flaco favor de ser impotente y frágil. 


El camino de la responsabilidad nos aleja de la incompetencia y la falta de estrategias para vencer todo aquello que seguro que nos duele. Si nos abandonamos al desánimo y la tristeza, nos refugiaremos en la crítica, la culpa y el conflicto. Así es como hacemos de nuestro Hogar, una ruina, un lugar oscuro y tenebroso donde la miseria campa a sus anchas, un lugar desde el que no podremos amar, ni trascender todo eso que hemos decidido permitir que nos atrape. 


El Hogar al que tenemos que regresar no está ahí afuera, ni debe ser construido, pues lleva en pie desde el principio de los tiempos. Para llegar a allí sólo hemos de recordar las coordenadas de su ubicación. Su localización es metafísica, un estado mental y espiritual por el que sientes que lo Real en ti no puede ser amenazado y que toda esa falsedad que parece tocarte, es sólo apariencia, un sueño de infelicidad del que puedes despertar simplemente aprendiendo a discernir y a escuchar la voz del maestro interior. 


    La autorrealización en el Amor es ese fruto invencible y según Blay su energía es centrífuga, de dentro a afuera, no centrípeta, de fuera a adentro, por tanto es la respuesta que libremente elegimos ofrecer y no la que desde fuera, se nos pretende imponer y además decidimos recibir.

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