PACÍFICA-MENTE Lluvia Sagrada 10 03 25

 LLUVIA SAGRADA                                          10 de marzo de 2025


Cuando estamos en profunda conexión con nuestra Luz interior, con esa energía voluntariosa que nos empuja hacia adelante y nos guía en función de la verdad que en cada uno habita, la perseverancia es inmediata y no conoce desánimo. La perseverancia es uno de los grandes dones que recibimos cuando nos abrimos a la Presencia.   


Pero conseguir que nuestro impulso vital no decaiga, precisa primero, de muchísima atención y segundo, del firme propósito de alimentar la comunicación con nuestro sentir interno pues de lo contrario, si nos distraemos o nos despistamos, si nos dejamos llevar por los estímulos externos: creencias, personas, lugares, situaciones…, podemos llegar a sentirnos desposeídos o desamparados y por tanto, desmotivados y desanimados. 


La energía es lo más primario que poseemos y debemos atenderla y cuidarla y ello pasa por aprender a poner nuestra inteligencia a su servicio. La reflexión seria nos conducirá al discernimiento y de esta actividad surgirá el fruto de nuestra respuesta totalmente alineada con nuestro Ser y sentir auténticos. Esto significa que la actividad mental es la más importante de todas las que emprendamos y que entrenar nuestra mente es lo que va a marcar la diferencia entre desplegar una vida libre de condicionamientos o seguir sintiéndonos carentes, limitados y presos. 


La inteligencia al servicio del Amor es agua sagrada elemental para nuestro jardín interior. Nuestras pequeñas semillas no podrán crecer ni germinar si no las regamos a diario con la lluvia del “bien pensar”, no seremos perseverantes, ni pacientes, no podremos mostrar fortaleza y confianza, no habrá fe, ni esperanza ni caridad, si los pensamientos que decidimos depositar en nuestra mente no están en sintonía con los dones que nuestro espíritu posee en abundancia. 


Los obstáculos que parecen impedir que disfrutemos de eso que somos y que ya poseemos, son sólo ignorancia y frente a ella, se sitúa un conocimiento y una sabiduría que sólo pueden ser despejados a través de la inteligencia, del aprender el arte de manejar las ideas e ir desechando aquellas que impiden nuestro regreso al Hogar, al corazón de nuestro jardín interior. 


Hemos visto cómo podemos ir venciendo los apegos y las aversiones, cómo desbrozar las malas hierbas y por supuesto, cómo renunciar al juicio para entrar de lleno en el paradigma de la Unidad y el perdón. Estas fronteras mentales han de ser examinadas a la Luz de nuestro sentir profundo, en íntima conexión con al ser de Amor que nos invita de continuo a escuchar su melodía. 


Al igual que el mundo nos ofrece situaciones y desafíos que debemos superar a través del discernimiento, nuestra voz interior también nos ofrece un abanico infinito de recursos para manejar los embates y aprender a responder de la forma más pacífica y amorosa posible. 


Nuestro potencial de inocencia, perfección y belleza es bloqueado continuamente por lo que viene del exterior, por lo que aprendimos y dimos por sentado y por las pulsiones automáticas que nos manipulan y enajenan, que nos imbuyen sentimientos destructivos y violentos alejados de la realidad de nuestro sentir profundo.  


De la reflexión al discernimiento, de ahí a la sabiduría, un sentir de ser más allá de lo que está ocurriendo, de no dejarse afectar ni contaminar por el entorno y de abrir los ojos para ampliar la visión limitada por los condicionamientos. Comprender que a pesar de que ahí afuera todo cambia, hay algo que se mantiene imperturbable: nuestra consciencia, nuestro sillón de espectador, ese eterno testigo que constata y que no se reconoce ni identifica con lo temporal. “La madurez es no identificarse con las cosas temporales, sino basar tu vida en lo elemental y lo primario”  decía A. Blay

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